2017
Bebo mi buen vaso de cerveza fría
y recuerdo cuando cavaba zanjas
bajo el sol de febrero
y las manos se me entumecían.
La paga no era buena
y eran diez horas de trabajo
donde terminaba sucio y mojado
hasta las suelas de los zapatos
y me rendía y pensaba
que así era la vida de un hombre.
Recuerdo que cinco personas
cagábamos en un baño que no funcionaba
y que a menudo la mierda se atascaba
y no había nada que se pudiera hacer
salvo seguir cagando
y aguantar.
La esperanza no era una opción
rendirse no era una opción
un baño de más de cinco minutos no era una opción
y toda comida era compartida.
Mi tierra estaba lejos.
Por entonces yo tenía diecinueve
y quería ser independiente.
Las chicas, por supuesto, no se fijaban en mí;
ni siquiera era capaz
de sentir el más miserable amor propio.
No eran tiempos fáciles para nadie
así que por entonces
en lo único en lo que podía pensar
era en llegar al día siguiente
con la suficiente voluntad
para resistir un día más;
y resistí y resistí y resistí
por seis o siete meses.
Entonces una tarde
mientras arreaba un pesado cable de fibra óptica
dentro de una zanja en una vereda del centro
comprendí
que la vida no tenía sentido para mí.
Y pensé muchas veces en el suicidio
desde entonces
pero una buena tarde me encontré con Dostoievski, Tolstoi, Bukowski…
y sus palabras me salvaron de colgar de una soga
o de saltar por el balcón
y me dieron el impulso
para salvaguardar mi propio espíritu.
Las palabras no son poca cosa;
todo sistema se sostiene gracias a ellas
-piensa en la Biblia, el Corán o el Tao.
Mierda, piensa en las leyes que te encadenan
a un contrato social que te esclaviza-
y sin un libro no existiría nada
como hoy lo conocemos.
La sola idea poética de dios
o dioses
del Uno
las heredamos gracias a pesados
y antiguos tomos.
Y no hay que confundirse
la aldea global está llena de farsantes
de los buenos y de los malos
pero una escritura sincera
al final
siempre es fácil de identificar.
Y cada vez que pienso en la entelequia del amor
o en una mujer
siempre pienso en la única que supo comprender
la sencillez que resguardo detrás de tantos remolinos.
Muere la cerveza y el recuerdo se difumina
y sé que nadie que me vea podrá verme como yo me vi entonces;
como un auténtico derrotado.
Salvo quizás
aquella a la que le confesé
-en medio de un catatónico llanto-
lo que regurgité esta noche.