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Publicado en Exégesis Diario

La guerra ya no se libra de una forma convencional. Cambió. Con los avances tecnócratas encauzados hacia la ciencia informática, en el presente, el arte de la guerra es incomparablemente más sofisticada que las que se desencadenaron a finales del siglo XX. Las nuevas armas silenciosas pergeñadas e implementadas por el Estado Profundo han arrastrado a los contendientes del sistema hacia un nuevo campo de batalla donde combatir la Guerra Invisible: la Red.

Este nuevo armamento adoptado por los prestidigitadores cuenta con todas las características que se esperaría de un arma convencional, con la diferencia de que su manera de funcionar y de entrar en acción en el terreno, cambiaron. El documento -Armas Silenciosas para Guerras Secretas, fechado en 1979- del Club Bilderbeg hallado en una fotocopiadora IBM que fue adquirida en una subasta militar, menciona lo siguiente acerca de lo que, por entonces, serían las futuras armas silenciosas para la nueva «guerra biológica»:

«Estas armas disparan situaciones en lugar de balas; propulsados por el tratamiento de datos, en vez de una reacción química, disparan bytes de información en lugar de granos de pólvora; a partir de un ordenador, en lugar de un fusil, operado por un programador de computadoras en lugar de un francotirador de élite. Y bajo las órdenes de un magnate bancario en lugar de un General militar. No producen ruido de explosión evidente, no causan daño físico o mentales aparentes, ni interfieren de manera evidente con la vida cotidiana y social de cada persona. Producen, sin embargo, un infaltable «ruido», causa infaltables daños físicos y mentales, e interfiere de forma infaltable en la vida social cotidiana; o más bien, infaltable para un observador entrenado, para aquél que sabe qué mirar y observar exactamente. El público no puede comprender esta arma, y entonces no puede creer que es en realidad atacado y sometido por ella. El público puede sentir instintivamente que algo no va bien, pero en razón de la naturaleza técnica de esta arma silenciosa, éste no puede expresar su sentimiento de manera racional, o tomar en su mano el problema con inteligencia. En consecuencia, las personas no saben cómo gritar por ayuda, y no saben cómo asociarse con otros para defenderse.

Cuando un arma silenciosa es aplicada gradualmente, las personas se ajustan, se adaptan a su presencia y aprenden a tolerar las repercusiones sobre sus vidas. Hasta que, la presión (psicológica vía económica) se vuelve demasiado grande y se hunden. En consecuencia, el arma silenciosa está hecha para la guerra biológica. Esta arma ataca la vitalidad, las opciones y la movilidad de los individuos de una sociedad; conociendo, entendiendo, manipulando y atacando sus fuentes de energía social y natural, así como sus fuerzas y debilidades físicas, mentales y emocionales». 

Autores publicados en este número: Aldous Huxley, Pedro Bustamante, Jorge Lizama, Ed Snowden, Marta Peirano y Jutta Schmitt.