loader image

2017

No quieras engañarme con medias verdades.

Ya deberías saber que no puedes.

Huye, adelante.

De todas formas no te buscaré.

Los años por venir no son mi desasosiego; son tu prisión.

A la mierda contigo, nena, no te necesito.

Pero vos en cambio, no podrás existir sin mí.

Sin mis historias.

Sin mis jodidas palabras serpenteando el papel;

evocándote en cada uno de mis poemas.

Tranquila, no hace falta que me expliqués nada.

Lo vi todo en la violencia de tus ojos.

¿Me odiás? No, no es eso, ¿cierto?

Pero creéme, deberías.

Deberías escupirme la cara y meterme una buena bofetada.

Estoy seguro de que eso te haría sentir mejor.

Vamos, probá; adelante.

Claro, claro, vos no sos así.

Me marcho.

Yo no necesito tu mierda, nena.

No necesito tus lágrimas.

Ni tu piel. Ni tu sexo. Ni tu locura.

Ni tu bravura al hacer el amor.

No necesito nada, pero que nada de vos.

Vete a la mierda, te digo.

No te quedés ahí parada, observándome en la oscuridad del umbral

en su seguridad mortecina.

No necesito tus besos, nena.

Ni tu cáusticas caricias de verano.

Ni tus palabrotas como cianuro.

No necesito tus cuchillos rajándome en dos

ni tu parloteo constante en mi cabeza martillándome los sesos.

Te lo advertí. Te lo estoy diciendo ahora:

No necesito nada de vos.

Ni siquiera tu adiós. Sobre todo tu adiós.

No lo necesito. Llevatelo. Llevatelo todo.

Tampoco necesito nada de mí.

Si me robaste hasta los huesos.

Hasta los despojos del cerebro te llevaste.

Todo lo seminal que me sostenía, ya no está.

Soy polvo. Soy viento. Vuelo. Y caigo. Sobre todo caigo.

Te lo dije. Te lo estoy repitiendo ahora.

No necesito tus piernas, nena.

No necesito tus largas y jodidas piernas.

Ni tu blanca espalda salpicada de lunares.

Ni tu culo contorneándose por la casa.

Ni tus tetas agitándose al bailar.

Tampoco tu rebelde cabellera de Collie revolcada.

Puedes llevarte tus ojos también.

Tus filosos ojos como machetes.

Tus arrebolados ojos grises, sé que son una trampa.

No los quiero cerca.

No los quiero observándome en la incertidumbre del umbral.

Ni en el precipicio. Ni en el vuelo de la caída.

¡Sacalos de encima de mí!

Llevate tu cara de niña buena a otro lado;

tu boca rosada y tu grotesca nariz.

Y tu mente. Sobre todo llevate tu mente.

¡LARGO DE ACÁ!

Pero no te atrevas a apropiarte de este poeme.

No lo toqués. No te atrevas.

Es posible que sea lo único que me quede cuando ya no me quede más.

Ahora, sacá tu culo de este mugriento habitáculo y tu rostro pálido de niña enferma.

Pero, te lo advierto, no te llevarás el poema.

ÉSTE NO TE PERTENECE, ZORRA.

¡ES MÍO!

Porque es todo, todo lo que necesito para evocar

momentos siniestros, maravillosos, frágiles, monstruosos

de una mentira mejor.

Porque es todo, carajo, TODO;

todo lo que me hace falta para desfallecer pesadamente

entre ásperos tragos de cerveza y rabiosos sollozos.