Publicado en El Punto Medio
6 de enero de 2023
En 1964 se publicó Comprender los medios de Comunicación del gurú de los medios Marshall McLuhan. En él, el filósofo y sociólogo canadiense postuló que las tecnologías vigentes eran extensiones del cuerpo humano. Pero para que existiera una prolongación de los sentidos, antes debía producirse la amputación de la extremidad.
Teniendo presente que las tecnologías brotan como analogías del cuerpo, McLuhan postularía que, en la edad eléctrica vigente, “llevamos a toda la humanidad en nuestra piel”. Si las herramientas tecnológicas tienen como característica suplir y aumentar los sentidos limitados de los seres humanos, de manera que la escritura sea una extensión de los ojos y por añadidura, de la memoria, o un vehículo terrestre sea una extensión de las piernas, es decir, del movimiento, cabría inquirir, ¿qué extensión de nuestro cuerpo físico o psíquico vendría a suplir el internet?
Pues bien: el Internet es una extensión de la consciencia colectiva. Y el celular, es uno de los medios o extremidades sustitutorias por el cual podemos acceder a ella.
Los seres humanos somos animales de costumbres. Una vez que una tendencia tiene nuestra atención, somos capaces de gastar cantidades ingentes de energía en repetir la misma rutina una, y otra y otra vez; hasta la llegada del siguiente gran sobresalto de novedad.
La economía de la atención libra una batalla en todo momento por nuestro interés. Por nuestros datos. Por nuestro dinero. Aun si eso significa -como mencionó el CEO de Netflix, Reed Hasting en 2017- competir contra el sueño.
Pero, ¿qué pueden decir las pantallas inteligentes sobre los nuevos usos y costumbres de los consumidores?
El usuario promedio utiliza su dispositivo móvil alrededor de 150 veces al día. Un estudio reciente de App Annie revela que en 2022 hubo un incremento del uso de smartphones de hasta un 30% en consideración con el 2020. Lo que deja un saldo de 4,8 horas diarias de uso intensivo del celular por persona, conforme estudió la compañía de análisis en diecisiete mercados.
Sin ir más lejos, en 2021, durante la pandemia por coronavirus, el comercio digital creció un 68% en nuestro país respecto del 2020. Lo que dejó un saldo de facturación de $1.520.000 millones de pesos según el Estudio Anual de Comercio Electrónico en Argentina.
El estudio realizado para la Cámara de Comercio Electrónico de Argentina estimó que en 2021 se sumaron 684.459 nuevos consumidores, dejando una cifra total de 20,7 millones de compradores online.
Adicción smartphone
Según la sentencia de la periodista española y experta en cibervigilancia, Marta Peirano, las “aplicaciones más populares están diseñadas para provocar dopamina; es decir, adicción”. Aplicaciones como Facebook, Twitter, TikTok o Instagram fueron diseñadas y optimizadas para funcionar como auténticas tragamonedas digitales.
No existe una razón lógica ligada a la tecnología por el cual debamos refrescar de manera manual las historias de nuestro muro de Facebook o Twitter, o mover el pulgar hacia arriba en nuestra pantalla para dar paso a la siguiente historia en TikTok; más que la de tirar de la palanca de la máquina tragaperras para generar una buena dosis de dopamina y serotonina en nuestro cerebro.
Esto significa que realmente las redes sociales que utilizamos a diario fueron diseñadas para ser adictivas. Incluso existe un nombre para denominar los efectos negativos que puede proporcionar estar un tiempo prolongado sin la extensión vital de la consciencia colectiva que te proporciona la pantalla inteligente: nomofobia.
La nomofobia es un trastorno irracional que provoca angustia, ansiedad y frustración en la persona cuando esta se queda sin celular (ya sea porque se lo olvidó, perdió, o se quedó sin cobertura o sin batería).
Quienes padecen este trastorno están pendientes en todo momento de la pequeña pantalla. A menudo se aíslan de sus seres queridos y relegan momentos importantes de sus vidas -como los estudios o los acontecimientos deportivos- para sumergirse en los entretenimientos virtuales que es capaz de proporcionar el dispositivo móvil.
Un estudio de 2018 de la Universidad de San Francisco, EE. UU., dirigido por Erik Paper y Richard Harvey, expone que el uso constante de dispositivos inteligentes es capaz de formar nuevas conexiones neurobiológicas en el cerebro. Semejante a las que crea el abuso de opioides en personas que consumen oxitocina para calmar el dolor.
El fenómeno asociado con la dependencia y el uso desmedido de las telarañas sociales está diagnosticado como un trastorno mental por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que se conoce como phubbing. Término en inglés compuesto por la palabra phone (teléfono) y snubbing (desprecio).
En síntesis: es la acción de ignorar el mundo circundante por estar inmerso en el ecosistema digital que propone la pantalla del dispositivo.