2018
Se destapan los ojos de la bestia
y de su mirada, atemporal y acusadora
se expande la púrpura luz que domina los océanos nocturnos.
Al final del camino del sendero conocido
en el arco de las columnas de Melkart
puedo observar a mi triste figura precipitarse desde lo alto.
Chronos dicta sentencia;
y comienzo a incendiarme de visiones orgiásticas, voluptuosas y terribles
-¿es este el tiempo de los hombres?-, inquiero.
El espíritu -es verdad- desea regresar a vivenciar toda experiencia humana con la suma de sus pequeñas tragedias.
Pero la percepción -que momentos atrás parecía que todo lo abarcaba-, por fortuna,
es transmutada en algo finito y despreciable.
Entonces los sueños abren la carne y el horrido hedor a carne abrasada por holókasuton se abalanza sobre los sentidos:
La puerta de fuego que se retuerce como una serpiente se abre
y el viejo mundo conocido recobra su color.
El Bardo vuelve a ser una experiencia lejana
y los ojos del dragón que surca los océanos
toma el cáliz de un hogar al que quiero regresar.