Publicado en El Punto Medio
13 de enero de 2023
Como especie, no siempre nos percatamos de la velocidad de muchas de las transformaciones informáticas hasta que ya forman parte de la vida cotidiana. El mercado cambió y también nuestra forma de consumir. Hoy la mercancía son los residuos que dejas en la red.
Cuando internet fue creado por el Pentágono a través de ARPANET en 1969, la Red Galáctica estaba constituida por nodos interconectados de manera uniforme y no jerárquica.
Este diagrama de paquetes de datos distribuido, diseñado por el ingeniero polaco Paul Baram, sería clave para que las comunicaciones pudieran subsistir en la red ante potenciales ataques por parte de las fuerzas soviéticas durante el período que duró la Guerra Fría.
Esta arquitectura en el diseño de la red llevaría a que las primeras visiones sobre internet fueran vistas por los cibernautas como paraísos descentralizados donde primaba, ante todo, la libertad.
En 1994 el filósofo Pierre Lew auguró que internet conseguiría emplazarse como la infraestructura principal de la comunicación de masas. Para 1999 la cibercultura era ya una realidad tangible, por lo que la red sería bautizada por el autor de La cibercultura: ¿El segundo diluvio? como una extensión de la inteligencia colectiva humana. Sobre este hecho, Pierre Lew mencionaba:
“Cuanto más se extiende el ciberespacio, más universal se convierte y menos totalizable es el ámbito informático”.
Con la llegada del nuevo milenio el uso de internet comenzaría a democratizarse de forma paulatina entre las grandes ciudades del mundo. Sin embargo, ningún gurú por fuera del ámbito del complejo industrial-militar sería capaz de prever el arribo de los Think Tank Informáticos.
El nuevo escenario tecnócrata impulsado por corporaciones como Google, Apple, Microsoft o Facebook, en concordancia con las crecientes olas de la globalización y la nueva guerra contra el terrorismo, desencadenarían en el uso cada vez más omnipresente de sistemas de vigilancia, Inteligencia Artificial y pantallas inteligentes. Este caldo de cultivo sería óptimo para el nacimiento del denominado Capitalismo de Vigilancia.
El feudo digital
La profesora de Harvard y Psicóloga Social que popularizó este término, Shoshana Zuboff, afirma que este tipo de capitalismo es el dominante en el presente. En palabras de la autora de La Era del Capitalismo de Vigilancia, este tipo de sistema persigue “la certidumbre total” basado en los metadatos que arrojan los usuarios cuando navegan en la red.
El emergente y todopoderoso feudo digital compuesto por el GAFAT (Google, Apple, Facebook, Amazon y Twitter), sumado al incremento del comercio digital y el rebrote de ideologías socialistas enmascaradas tras conductas progresistas en el plano geopolítico, terminarían decantando la balanza hacia medidas cada vez más restrictivas e invasivas sobre el uso privado y colectivo de internet. Lo que terminó, como ya sabemos, con un internet cada vez más centralizado a manos de las megacorporaciones informáticas del GAFAT; que venden los datos de sus millones de usuarios al mejor postor.
Eventos mediáticos como el protagonizado por la compañía británica Cambridge Analytica -establecida por Strategic Communication Laboratories en 2014 para operar en las elecciones de todo el Continente Americano- son prueba de ello. En 2016 esta compañía utilizó los datos privados de más 50 millones de estadounidenses para incidir en las intenciones de votos de las elecciones presidenciales a favor de Donald Trump a través de Facebook -así como de Macri en 2015 en Argentina-.
El escándalo, que terminó con la disolución pública de Cambridge Analytica en 2018, es una postal indeleble del enorme poder de manipulación y prestidigitación que pueden alcanzar las agencias de marketing político utilizando la minería perenne de datos de plataformas como Facebook.
El emergente Capitalismo de Datos consiste en un modelo económico que se basa en la extracción de datos y vigilancia de los movimientos en línea de los usuarios. Es un sistema lúgubre, que pocos entienden y que está en manos de un grupo reducido de personas. El objetivo de la recolección de datos es enriquecerse con un negocio donde la mercancía es el propio usuario. En otras palabras, los datos son el nuevo petróleo.
Los datos son recolectados y estudiados con la ayuda de Inteligencia Artificial con la intención de crear perfiles psicológicos de los consumidores. Debido a los remansos constantes de información que los cibernautas van esparciendo por la red, los tecnófilos detrás de los laboratorios de ideas son capaces de teledirigir campañas de persuasión increíblemente certeras que son auspiciadas con fondos de todo tipo de empresas e instituciones interesadas en la mercancía de la información.
El vigilante en casa
Un smartphone normal cuenta con una media de catorce sensores incorporados. Algunos son biométricos; como las cámaras y el micrófono que pueden hacer reconocimiento facial y de voz; otros de rastreo como el GPS, giroscopio y barómetro, capaces de detectar tu posición, rotación o la altura exacta a la que te encuentras; así como biomédicos, como el sensor óptico que puede reconocer el ritmo cardíaco o el podómetro capaz de contar la cantidad de pasos que das, entre otros.
Los celulares modernos siguen transmitiendo información a través de estos sensores incluso si el usuario lo apaga. Según el tecnólogo experto de Electronic Frontier Foundation, Seth Schoen, “una gran cantidad de dispositivos modernos tienen estados a medias entre completamente encendidos y completamente apagados”. Algo que le permite a los dispositivos “el encendido autónomo” en ciertas condiciones; tales como si aprietas una tecla o si entran “datos a través de internet”.
Para la periodista española, experta en cibervigilancia y autora de El enemigo conoce el Sistema, Marta Peirano, está claro, este modelo de negocio depende de que uses sus aplicaciones. Esto les permite a las empresas Tech “tener un puesto de vigilancia en nuestras vidas”. Porque mientras más utilizas el móvil, el altavoz inteligente o tu suscripción a Netflix, “más valioso es su banco de datos”.
En el presente, millones de personas que usan smartphones a diario creen que no deben preocuparse de la vigilancia permanente que son capaces de perpetrar los dispositivos inteligentes. Sin embargo, el Capitalismo de Datos no sólo trata de entender el comportamiento de un consumidor particular, sino también de los grupos humanos.
Los datos globales de los conjuntos humanos examinados, tienen por sí mismos un alto valor predictivo para reimaginar comportamientos sociales ante determinados eventos futuros.
Esta sentencia, que podría sonar como una línea extraída de una novela de ciencia ficción distópica del siglo pasado, es el tedeum de los tecnócratas transhumanistas de Silicon Valley.