Publicado en El Punto Medio
23 de febrero de 2023
El motor histórico que ha permitido promover los grandes avances tecnológicos y dar saltos civilizatorios hacia adelante siempre ha sido la guerra. Por ello, en retrospectiva, no sorprende que los grandes inventos de nuestro tiempo como Internet, la Inteligencia Artificial o el registro de vida inteligente, tengan un mismo denominador común: el Pentágono.
El Pentágono comenzó a trabajar en 2003 en el desarrollo de un ambicioso registro de vida llamado LifeLog. Un proyecto cuya finalidad era concebir una Inteligencia Artificial (IA) lo suficientemente avanzada como para compilar los datos de millones de cibernautas en la red y predecir su comportamiento. Este programa del Departamento de Defensa estadounidense tendría la capacidad de detectar perfiles disidentes con el potencial de poner en riesgo la seguridad nacional tras el escenario ocurrido el 11 de septiembre de 2001.
Pero cuando la historia llegó a los titulares y estalló en la opinión pública luego de una serie de publicaciones como las que hicieran The New York Times o la revista tecnológica Wired, una oleada de críticas recayó sobre el programa que la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA) estaba llevando adelante.
El boicot mediático hacia el ciberdiario que ponía en riesgo la privacidad civil provocó la cancelación de LifeLog. El analista de la Federación de Científicos Estadounidense (FAS), Steven Aftergood, dijo al respecto que “parecía una iniciativa masivamente intrusiva que iba mucho más allá de lo que una persona común consentiría voluntariamente y a sabiendas”.
LifeLog dejó de estar activo el 4 de febrero de 2004. Sin embargo, la misma fecha en la que se canceló el proyecto predictivo, surgió en la palestra pública una red social sospechosamente similar al registro de vida del aparato de Defensa: The Facebook.
LifeLog: el ancestro de Facebook
LifeLog surgió como respuesta a la guerra contra el terrorismo en un momento de enorme paranoia y trauma social. El proyecto de «sistema de computación cognitiva» estuvo a cargo de Douglas Gage, costó 7,3 millones de dólares y el plazo previsto para su desarrollo fue de dieciocho meses. Según el ex investigador de la Marina con más de 25 años de experiencia: “Si suficientes personas registraran suficientes datos de sus vidas, la información combinada equivaldría a la ontología de una vida humana”.
El registro de vida del Pentágono contenía un asistente cognitivo y pretendía almacenar toda la información háptica, biomédica y biométrica sobre los grupos humanos. Desde las rutinas cotidianas, conversaciones, registros de navegación, viajes, latidos del corazón, ubicación vía GPS, entre otra larga lista de características.
No era la primera vez que la agencia de Defensa coqueteaba con el sueño de vigilancia panóptica del Gran Hermano. En 1945, el ex director del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y jefe del proyecto Manhattan, Vannevar Bush, intentaría construir con un equipo altamente cualificado un registro de vida analógico para la Oficina de Investigación y Desarrollo Científico de Estados Unidos (OSRD).
Memex -así se bautizó- sería una máquina constituida por una mesa con teclado conectada a múltiples dispositivos que tendría la posibilidad de ”crear información, pistas o senderos de información, enlaces a textos relacionados e ilustraciones o datos que pudieran ser almacenados y utilizados en futuras referencias”. Aunque el proyecto fracasó debido a las limitaciones obvias de la época, programas como LifeLog de DARPA o MyLifeBits de Microsoft, intentarían llevar adelante la provocadora visión del ingeniero y científico estadounidense con el propósito de crear una extensión de la memoria para el individuo.
El documento oficial que publicó DARPA y luego eliminó de su sitio web sobre el desarrollo de LifeLog, mencionaba que los objetivos del proyecto eran ”rastrear los hilos de la vida de un individuo en términos de eventos, estados y relaciones”. A su vez, la investigación se centraría en tres categorías principales: datos físicos, datos transaccionales y datos de contexto o medio.
Daños colaterales y cancelación del proyecto predictivo
Cuando la población supo sobre el programa predictivo que estaba desarrollando DARPA, la olla a presión mediática explotó por los aires. Los informes en los medios de comunicación insistían en catalogar a LifeLog como ”el diario para terminar todos los diarios: un registro multimedia y digital de todos los lugares a los que se va y de todo lo que se ve, se escucha, se lee, se dice y se toca”.
En 2003 El País sacó un artículo con el sugerente título de El Pentágono aprende de Matrix. La nota hizo énfasis en que el Pentágono se encontraba trabajando en un ”programa informático capaz de anticipar comportamientos humanos”.
Por su parte, el periodista del New York Times, William Lewes Safire, escribió una columna de opinión ese mismo año donde hablaba sin eufemismos sobre la investigación de ”informática cognitiva” de DARPA. La publicación del fallecido reportero ganador de un Pulitzer en 1978, apuntó contra el ”omnipresente socio” y alertó a los lectores sobre la amenaza latente que representaba este registro de vida que estaba ”en un mundo a años luz de Matrix”:
”El usuario humano puede tener el control opcional del cable inalámbrico que está usando en secreto, pero todas las personas que entren en contacto con LifeLog y su usuario-espía dispuesto serían mal utilizadas sin su conocimiento. Resultado: Todo el mundo estaría espiando a todo el mundo, grabando y compartiendo esa información con el gobierno y el último conglomerado de medios que quedaría en pie”.
Cuando DARPA decidió dar un giro de timón y cancelar su proyecto predictivo debido a «un cambio en las prioridades», muchos tecnócratas fueron consultados al respecto. El medio especializado en las implicaciones culturales de la tecnología emergente, Wired, compiló algunos de estos testimonios.
Muchos especialistas del área se encontraron consternados por la cancelación de LifeLog, como Howard Shrobe, quien dirigió un equipo del Laboratorio de Inteligencia Artificial del Instituto de Tecnología de Massachusetts, esto debido a que era ”un tema de gran importancia tanto para la inteligencia artificial como para la ciencia cognitiva”.
Otros, como David Karger, compañero de Shrobe en el MIT, estaban bastante seguros de que ”esa investigación seguirá siendo financiada con algún otro título” ya que no se podía ”imaginar a DARPA abandonando un área de investigación tan clave”.
Aunque Douglas Gage dijo que ”los críticos describieron completa y erróneamente a LifeLog” e insistió en que los usuarios podrían seleccionar qué facetas de sus vidas se registraran y cuáles no, el folleto que DARPA entregó a los investigadores para incentivarlos a unirse al programa dejaba entrever el valor intrínseco de LifeLog como una herramienta de vigilancia total:
”LifeLog podrá inferir las rutinas, los hábitos y las relaciones del usuario con otras personas, organizaciones, lugares y objetos, y explotar estos patrones para facilitar su tarea”.
Aunque LifeLog se canceló de manera oficial en 2004, Gage mencionó que ”no le sorprendería saber que el gobierno continuó financiando investigaciones que impulsaron esta área sin llamarla LifeLog”. Más adelante, su creador admitió que en este momento Facebook era ”la verdadera cara del pseudo-LifeLog”.
Estos resquicios de información que fueron saliendo a luz van en consonancia con la opinión de algunos expertos del sector, como la del asesor de políticas del Programa de Stanford sobre geopolítica y ex líder del Centro para la Democracia y la Tecnología, James X. Dempsey, quien mencionó que ”si el gobierno no hiciera esto, las empresas y las universidades de todo el país seguirían haciéndolo, pero tendríamos menos que decir al respecto”. El hecho de que DARPA trabaje en este tipo de programas hace que el público pueda «leer sobre eso e influir en él».
El fin de la privacidad
En el proceso de investigación sobre software de vigilancia, el Pentágono promulgó en paralelo dos iniciativas con el objetivo primordial de combatir el terrorismo. Uno fue TIA (Conciencia de Información sobre Terrorismo) y otro fue FutureMap, también conocido como Policy Analysis Market. Ambos programas estuvieron bajo el ala de la Oficina de Concienciación de la Información (IAO) a comienzos de 2002. De los avances logrados en el desarrollo de estos programas surgiría la semilla para desarrollar un diario de registro de vida inteligente.
DARPA comenzó a trabajar de forma conjunta con la CIA después del atentado del 11S. El enfoque de ambas agencias estuvo destinado a desarrollar una aparatología de vigilancia militar completamente invasiva que lo vislumbrara todo sobre todos. Los proyectos, apoyados por una potente IA emergente, tendrían una capacidad predictiva sin precedentes, por lo que sería competente para desarrollar en el futuro una tecnología pre-criminal.
Aunque estos programas se pospusieron en 2003 después de la indignación de los ciudadanos que promulgaban por las libertades civiles, no se cerraron. Muchos de estos proyectos terminaron por ser financiados por el sector privado y concluyeron en manos de empresas especializadas en el análisis de Big Data; como Palantir Technologies de Peter Thiel -cofundador de PayPal-, mientras otros, revivieron casi dos décadas después y se comenzaron a usar de forma premeditada para combatir la crisis sanitaria de Covid-19.
El comienzo de la Vigilancia Permanente
Aunque parezca una obviedad, es necesario tener presente que en los albores del nuevo milenio Internet todavía no se había convertido en un símil artificial de un recurso natural. La IA y su uso corriente en dispositivos de pantallas inteligentes todavía formaba parte de las obras de ciencia ficción. Sin embargo, en el presente, serán pocos los lectores que puedan sorprenderse con las posibilidades de esta tecnología.
Cuando el programa LifeLog estaba activo en 2003, las redes sociales no eran un fenómeno social y todavía el primer Iphone (2007) no había revolucionado los dispositivos móviles. La IA aún era un sueño húmedo de los tecnócratas de Silicon Valley y el mundo, en su conjunto, no cabía en la palma de la mano como ahora que existen las pantallas inteligentes.
Información biométrica, háptica y biomédica -que pueden rastrear al usuario en tiempo en real, reconocer su rostro o escuchar sus conversaciones por el micrófono del dispositivo- son requeridas en todo momento por las aplicaciones que millones de personas utilizan de forma diaria cada vez que entran en línea. Incluso si un móvil se encuentra apagado, este sigue transmitiendo residuos de información que pueden ser utilizados para ubicar físicamente al propietario.
Como usuario, no importa si apagas el GPS o pones tu dispositivo en modo avión. La tarjeta SIM cuenta con un plan de datos que hace que tu teléfono se comunique de forma automática con las antenas de radiocomunicación cada tres segundos. Por lo que todas las aplicaciones con permiso podrán acceder a tus datos, micrófono y cámaras una vez hayan obtenido tu consentimiento.
Según el ex agente de inteligencia de la CIA y NSA, Edward Snowden, mientras el dispositivo cuente con energía seguirá transmitiendo. Snowden insiste en subrayar que las nuevas generaciones de celulares traen de fábrica una batería que es imposible remover. Lo que hace que el celular inteligente promueva una vigilancia permanente y predictiva.
Aunque el grueso de los programas en los dispositivos sólo tienen un interés comercial destinado al consumo de los datos del usuario con el fin de optimizar servicios, ampliar una base de datos y vender anuncios, es necesario tener en cuenta que la minería de Big Data y la Inteligencia Artificial tienen un origen estrictamente militar. Por lo que fueron diseñadas para desplegarse en el escenario de una guerra no convencional: una guerra cognitiva.
El documento de la OTAN publicado en 2021 y titulado Guerra Cognitiva define este tipo de conflicto de la siguiente forma:
”La naturaleza de la guerra ha cambiado. La mayoría de los conflictos actuales siguen estando por debajo del umbral de la definición de guerra tradicionalmente aceptada, pero han surgido nuevas formas de guerra, como la guerra cognitiva. La mente humana se considera ahora como un nuevo dominio de la guerra”.
A pesar de todos los claroscuros que hay detrás de esta historia que envuelve al Pentágono, en la actualidad poco importa ya si los que te espían pertenecen al gobierno o al sector privado, si la recolección de datos ocurre con o sin tu consentimiento. Sucede. Y aunque se sabe de la existencia de potentes software espías como Pegasus, Anomaly Six, ShadowDragon, MYSTIC, EdgeHill o XKEYCORE, al parecer este es un debate que los principales medios de comunicación parecen no querer abordar.
En un mundo cada vez más hiperconectado y dependiente de las tecnologías digitales, sería oportuno ser más escéptico sobre el uso de estas herramientas. Sobre todo, porque al igual que el Internet, estas increíbles tecnologías con las que actualmente convivimos fueron desarrolladas por el Departamento de Defensa de Estados Unidos con fines difusos, y, en ocasiones, orwellianos.